Palabras de un jefe sajón a Edwin, rey de Northumberland, según la traducción latina hecha cien años más tarde por Beda el Venerable en el monasterio de Jarrow, anotada ciento cincuenta años después en un inglés incipiente por el rey Alfredo el Grande en los momentos de tregua en su lucha con los daneses, siguiendo la libre interpretación al ladino que tras varios siglos hizo el judio sefardí Moisés Ximénez con la esperanza de que algún día, algún descendiente suyo las leyera: "Estamos solos, gran rey, pronto la gran nube que hará desaparecer el mundo nos cubrirá con su manto. No es hora de mentir ni de callar pues nunca la dicha es completa y la vida, comparada con los anchos espacios del tiempo, se asemeja al vuelo de un pájaro que, de improviso, se introduce por el hueco de una ventana hasta el interior de la alcoba donde arde el fuego de la chimenea mientras afuera, la nieve, el helado viento y el granizo son la cara del invierno. El pájaro, temeroso, cruza la estancia acogedora y escapa rápidamente por el lado opuesto creyendo encontrar una vida mejor y la libertad cuando, en realidad, no ha comprendido nada. Así es nuestra existencia, gran rey, corta e incierta, el presente nos puede parecer cómodo y tranquilo pero no sabemos lo que nos precede y, menos aún, lo que vendrá después. Rápidamente, como el pájaro, desapareceremos. ¿A qué más dioses? ¿Para qué ese Jesucristo que la Roma tambaleante viene a ofrecernos? Estamos solos, gran rey. Se pueden buscar nuevos dioses, pero el pájaro nunca regresa". Yo, Moisés Ximénez, judio renegado y converso, juro por Dios a mi descendiente que estas palabras leyera que me gustaría haber nacido hace seiscientos años y ser ahora alguien importante y estar enterrado en una iglesia donde mi cuerpo mortal quedase inmortalizado en el fresco de sus paredes. Yo, naciendo de mi madre. Yo, haciendo obras de caridad. Yo, el día de mi boda. Yo, matando un oso. Yo, regresando vencedor de la guerra. Porque es en las iglesias cristianas donde se ve que el arte consuela. Y un poema mío grabado a los pies del altar siempre podrá leerse. Y el oro y las piedras de mis joyas convertidos en un cáliz que cada vez que el sacerdote lo alce haga recordar a la gente mi poderío y mi fuerza. Los ateos no saben lo que se pierden pues sin vida eterna el mundo da escalofrío. El gran Séptimo Severo hace mucho que murió en esa ciudad de York y la historia lo recuerda. La antigua Elburaco vive y una mujer llamada Marguerite Yourcenar la resucitará años después como resucitará a Adriano y tú, no yo, leerás cuanto escriba. El tiempo es un gran constructor, no debes olvidarlo. Me creas o no te estoy viendo. Enorgullécete pues soy de los tuyos como tu chacho Cecilio, tu abuelo Miguel, tantos que no conociste. Soy de los tuyos, alza la cabeza. Yo sé que han de venir palabras extrañas como conjuros: Internet. Blog, Email. No more mouse, please. Pero no te harán más libre. La memoria de los seres imperfectos es como agua que se guarda con las manos y desaparece. Cume an spearwa and braedlice thaet hus hurhfleo, cume. Las palabras vienen y pasan. Otras vienen y pasan. Matrix. Seven. Blade Runner. Ne me quitte pas. Serrat. Mediterráneo. A los dioses no les conviene vuestra salvación porque haríais demasiado ruido. ¡Pandemonium! ¿De qué sirve recordar? Verba, inventio, dispositio, elocutio, actio. Atarfe City. New York City. Macondo City. Epinosa de los Monteros City. Entonces Atarfe era tan pequeño que cuando un forastero llegaba al pueblo todo el mundo se enteraba. Yo, Moisés Ximenez, siempre ando envuelto en palabras. Sombras. Sombras. No te agarres al momento que se irá para siempre. Cada palabra soporta su destino como puede y ahora escucho un susurro de voces. Dicen que la muerte se acerca. No me quejo. Más allá, como las cuentas de un collar venido de Oriente, los días que nunca he de ver ruedan por el suelo. |
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